viernes, 6 de marzo de 2015

Huyendo conmigo de mí:

Alguna vez escuche que cuando sueñas con alguien es porque esa persona se durmió pensando en ti. Eso supone que todas las noches piensa en mí. O solo son puras patrañas. Lo importante en esto es que jamás voy a poder repetirle estas palabras sin escribirlas. Mi voz temblaría tanto que acabaría en un mar de lágrimas. Y hasta me iría por las ramas u ocultaría partes.
No sé si lo extraño de verdad o es solo esta maldita soledad que me desespera. No sé si lo quiero en realidad, quizá es de nuevo esta maldita soledad que me desespera. Me desespera el saber que ni su amor puedo vivir. Y para cuando se decida tocarme, supongo ya estaré tan resignada que cualquier amor me dará igual. Pero desde que lo conozco, quiero el su suyo. No sé si por sus palabras (las que una vez escuche), no sé si por algunos silencios que tuvo, no sé si por su “sonrisa”, no sé porque.
 Descubrí que algo había y siempre dije que era amor. Aunque nunca tuve la oportunidad de ver eso en persona. En las películas es muy fácil, se miran, los ojos brillan, dos respiraciones profundas y el beso. Se aman. Después uno nunca sabe si lo que continúa resulta o no pero ellos están enamorados y pasan toda la película sintiendo maripositas en la panza.

Lo único que puedo afirmar con certezas es que no me arrepiento de haber pasado noches mirando como dormía. Y podría insistir en pasar una noche más así. Solo mirándolo. Escuchando su respiración y algunos ronquidos tal vez. Me daba paz su paz, por lo que siempre superaron los “NO” mis “SI”. ¿Y eso será el amor? Me arriesgaría a responder si… tuviera la respuesta.

Hoy, un mes de la última vez lo vi. Aún recuerdo su “dame un beso” y “pórtate bien”. A veces me invaden los miedos y las dudas. Si le interesará saber de mí. Si intentará saber de mí. Si al menos pensara en mí. Sus “siempre” fueron mis mayores esperanzas y por ello sigo. Sigo aferrada a mi almohada soñándole.